lunes, 2 de febrero de 2009

LA SUPERVIVENCIA DEL PERIODISMO

Fragmentos de la conversación mantenida por Juan Cruz con la veterana reportera mejicana Alma Guillermoprieto, ayer en EL PAÍS:

P. Ben Bradlee decía que un reportero necesita energía, "la historia le lleva y es parte de su alma; mientras no la termina no ha acabado". Y Woodward dice que los buenos reporteros no dejan que la velocidad o la impaciencia les rompa una historia.

R. Eso es universalmente válido... (...) Siempre hay que perseguir la historia hasta el final de su ciclo, no hasta el final de la historia, puesto que las historias nunca terminan, pero hasta el final de ese ciclo de reportería. Por otro lado, a los que tenemos nuestra edad ya nos resulta difícil mantener esa energía, ese amor absoluto por el oficio.

P. ¿No tiene usted esa energía?

R. Me cuesta más trabajo cada vez renovarla. Pero no porque me haya cansado del oficio sino porque siento que el oficio se está acabando.

(...)

P. ¿Qué ha tenido que pasar para que una gran periodista latinoamericana, quizá la más importante del mundo de habla española, diga que somos unos dinosaurios?

R. Lo que siempre pasa para que entre en extinción un oficio: una nueva tecnología que lo supera.

P. ¿Lo supera tanto como para dejarnos obsoletos?

R. Sí. En cuanto no haya una reacción fundamental en contra de todo lo sea Internet, sí, sí la va a superar. (...) ¿Qué soy yo? Soy una cronista que se ocupa de juntar palabras de manera que mis lectores tengan la sensación de haber estado en un lugar, de haber entendido algo importante y se hayan emocionado. Más o menos esa es mi ambición. Bueno, pues en una página del sitio del New York Times tienes la nota, tienes los links, y no necesariamente habrás pasado por un momento trascendental, pero en la misma hora o cuarenta minutos que le dedicas a un texto mío podrás haber elegido entre un menú multimedia muy seductor, muy inmediato, muy informativo, y a veces también muy conmovedor.

(...)

P. Pero usted es de una raza periodística que ha vivido de la verificación, mientras que en Internet hay luces y sombras...

R. Absolutamente, nosotros hemos vivido armando mundos coherentes... Los muchachos tienen esas ganas de navegar (y navegar es la palabra exacta) por la red, navegar infinitamente. Un texto es una escultura, una vasija de barro, una cosa completa y encerrada en sí misma. Y eso seduce todavía a los muchachos en las clases que estoy dictando en la Universidad de Chicago. Y estos chicos a los que he enseñado hoy en el taller me han nombrado un montón de libros que yo no he leído y que ellos han leído con pasión. Visto eso a lo mejor sí estoy siendo demasiado pesimista... Pero, bueno, estamos en medio de esta crisis económica mundial, y esa crisis refuerza la de los medios y yo la resiento, la resiento porque estoy nadando en medio de ella.

P. ¿Cuáles son los los errores más graves que cometemos los periodistas?

R. El sentimentalismo, la condescendencia, la pobretería. Vamos a reportear siempre a los pobres porque ellos no tienen abogados, no nos van a montar una demanda por lo que digamos de ellos. Insisto en que deberíamos reportear a los ricos con la misma obstinación, pero no lo hacemos porque los ricos tienen poder. Otro error: confundir la denuncia con ser contestatario.

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